Thursday, December 11, 2008



REAL DE CATORCE, HUIZAR Y LOS MISMÌSIMOS ÀNGELES: ALGO MÀS DE MI NOVELA, RECORDANDO ESOS GRANDES MÙSICOS, ESAS GRANDES CANCIONES Y ESAS GRANDES MUJERES.

CAPITULO CUATRO.

El tedio musical estaba al límite. No hay mucho que escuchar, solo las últimas reminiscencias de
esos ochentas melosos y pachangueros, con su hard rock de caras bonitas y ropa llamativa o el
estruendoso trash metal, más gacho pero más sincero. Para mi banda de feos, con un sonido que
por más que queríamos adaptarlo a esas dos olas musicales, siempre nos salía algo raro y
deforme.
Una de dos: eres muy fresa o muy “muerte y destrucción” (como les llamamos a los seguidores
del trash o death metal) pero; para nosotros, ¡chale! Ni para un lado ni para otro: con caras de
perro, de movimientos toscos y descompasados, vestidos de negro como enterradores y de
sonido duro; pero, dedicando nuestra música a la mujer y tocando baladitas babosas, rolas
rápidas y cursis con preformans de payasos o vaqueros, con un infantilismo prohibido en esa
época: eras, o una máquina de sexo o un adorador de Satanás. Así que nosotros, no veníamos al
caso como siempre. Por tanto, solo queda nutrir la inspiración musical con tres piedras angulares
del movimiento de rock mexicano que están olvidados en el subterráneo.



Real de Catorce, sin duda mi banda favorita. Con ese blues sublime, sazonado con todo tipo de
sincopados ritmos y complejas estructuras armónicas. Furia, coraje y sentimientos poéticos, muy por encima de lo que antes de conocerles, me movía las entrañas. Escuchar al Real, era llorar, constreñirse el pecho en un desconsuelo total, desamparar un suspiro para siempre. Saludar el paso de las olas, de las rocas, sabiendo que ninguna de ellas volverá. Lanzar la moneda dando la contienda con el merenguero por perdida. Ese era el Real de Catorce. Tan real, tan simbólico, tan imaginario.



Huizar, la màs candente cascada de pasiones y humor. El más bello rescate-hundimiento de mis
peores depresiones; de mis amor perdidos o inexistentes. La parte exacta en que vuelvo a
encontrarme con la parte sacra (como dijo Bataille) de mi ser, ir a una misa pagana. Escuchar al
“maese Arcrudo” era soñar; soñar en una ciencia sin verdad, en una guerra si crueldad, con un
beso sin amar. Todo era tan importante, tan insoportable y por momentos tan esquivable que,
poco importaba el mundo corpóreo. Huizar, hacia un rock para almas.


Sergio Arau y los mismísimo ángeles. Mèxico, Mèxico … ra, ra, ra. La idolatría de un país,
nuestro país, que se me develó por completo la primera vez que vi. a los mismísimos.
Luchadores en el pancracio, albures en cada boca, dibujos en cada pared. Frida, José Guadalupe,
el tequila y la Catrina, la muerte chiquita y la vida grandota. Todos esos objetos, situaciones y
personas con los que había nacido, pero que nunca imaginé que me conformaran como sujeto
(del deseo, por supuesto) escucharlos, era cantar un son, el son del corazón en un rico rock &
roll. Ese era Sergio. Si duda alguna, mi grupo, Excalibur, aprendió de sentimientos con Real de
Catorce, de su alma con Huizar y a reìr con los mismísimo ángeles.

- Gabriel ¿me acompañas a la cafetería?

Brinqué bruscamente por el grito de mi compañera rayando la hoja en que escribía rollos duros y profundos por falta de profesor. Me dispuse a mandarla a la chingada cuando miré lo curiosa que se veía con ese vestido blanco y almidonado (sin ningún tipo de albur) y sus huaraches chundoscomo recién salida de algún pueblo de los altos de Jalisco (me recordaba a mi madrecita santa enmascarada de plata, que era de esas latitudes. Nota editorial de Edipo).

- ¿No quieres un yogurt? (sin ningún tipo de albur) no has desayunado nada y estás fume
y fume (si, me recordaba a mi madre).

El único que se fue a chingar, y eso por vía de la sublimación, fui yo; pero, un tremendo yogurt
de doña Amparo. Mi provinciana salió prendida a mi brazo: como albañil y sirvienta en la
Alameda (solo le faltaba irse comiendo un elote con crema y queso) sin duda esa jalisquilla era
hermosa; con unos ojos deslumbrantes, una piel en su plena lozanía de sus diecinueve abriles,
una curiosa voz por los alambres que cuidaban el buen ordenamiento de sus dientes. Somos el
uno para el otro, tiene una cínica agudeza mental capaz de llevarme la delantera en chistes y
ocurrencias, es discreta y nada celosa con mis amigas, además me cuida y me invita a desayunar
y me lleva en sus súper nave, ya que su papá tiene el varo por unos cuantos palenques que tiene
en Jalisco, chale ¿qué más podía pedir, el jodido de yo?

Caminamos juntos, apoyándonos el uno en el otro. Observando en ojos ajenos como si fueran
propios la inmensa diferencia que corre de un sexo a otro, con ella sabía lo indecible, me sentía
presa de la trampa. Vivía la fuerza de la seducción sobre el poder, o lo que yo consideraba mi
poder. Ella, iba y venía en un compasado juego de olas en alta mar, dejando que creyera lo que
yo quisiera, aún: que yo era.



Llegamos a lo de doña Amparo ( como dicen los argentinos) o llegamos donde doña Amparo
(como dicen los venezolanos) o, llegamos donde estaba doña Amparo ( como decimos los
mexicanos) por tres pesos esta “ñora” te servía en un tremendo vaso que parecía el cuerno de la
abundancia: cerca de medio litro de yogurt de cualquier sabor a tu elección, en mi caso siempre
encontraba de mi favorito, o sea, natural ( no es que sea muy sano, pero me empalago hasta con
el chamoy) después iniciaba el recubrimiento que consistía en todo tipo de semillas entre las que
destacaban: avena, germen de trigo, salvado de trigo, tortillas de trigo (perdón) cacahuates de a
montón, granola y si te apendejabas te dejaba caer un tremendo chorro de miel de abeja
bautizada con agua no muy bendita que digamos y un asqueroso puño de chochitos según la ruca para que le diera sabor al caldo ... Chale.

Àlas: Una visiòn de los 90's.

SALUDOS.

2 comments:

R said...
This comment has been removed by the author.
Ingrata said...

Gracias por hacerme recordar!!