Tuesday, December 02, 2008



DE REENCUENTROS Y MOMENTOS IDOS ... PORQUE NUNCA DEJASTE DE ANDAR POR ESTE BLOG, POR MÀS QUE YO TE EXIGI HACERLO. MI HOMENAJE A JEROME DAVID SALINGER Y SUS CUENTOS MARAVILLOSOS.

CECILIA Y ERNESTO.


Consideró pertinente dejar de hablar cuando se dio cuenta de que todo lo que dijera debía ser usado en su contra. Escuchaba como la voz de Cecy se comenzaba a ahogar por un sentimiento que subía desde su estomago a su garganta, como ácidos jugos gástricos, dando en el punto justo en que comenzarían a brotar sus lágrimas.

Cubrió el auricular con la mano derecha para que ella no pudiera escuchar como tragaba saliva y trató de asegurar sus pies al suelo como un boxeador que espera acertar o ser acertado por un golpe bien dirigido. Cecy supo que era el momento límite, lo había vivido con anterioridad ya varias veces. Era como si una especie de regresión corriera por las venas de Ernesto y se convirtiera, de aquel hombre de responsabilidad férrea en un chamaco malcriado capaz de hacer el peor berrinche a la menor provocación. Cecy , había hecho acopio de paciencia varias veces para poner orden en la situación y él, cada vez que sucedía , muy dentro de su catalepsia fingida tenía bien entendido lo difícil que le era a ella tomar las riendas y jalar con cuidado y firmeza, al mismo tiempo, a ese caballo inmóvil y furioso en que él se convertía. En esas condiciones, si bien su paso instantáneo de un ser relajado a uno vehemente y pasional eran encantadores esta vuelta de tuerca: Dr Jecky-Mr Hide la tenía hasta la coronilla . En las ocasiones en que había sucedido esta situación Cecy le advertía que tal vez ... algún día no tendría las ideas lo suficientemente frías como para llevar todo a buen termino y le pedía que no tomara esa actitud y, que; por lo menos le dijera que es lo que le pasaba.

La vez anterior se presentó como la más complicada, tuvo tal grado de desgaste que ella terminó abrazándolo con todas sus fuerzas y los ojos cubiertos en lágrimas. Ella era una mujer muy fuerte; pero, como tantas veces se lo dijo a Ernesto, era muy chillona.

Ellas sabía, que a pesar de lo mucho o poco que lo amara (cosa que a veces no tenía muy en claro) no iba a dejar de hacer las cosas que quisiera en el momento en que quisiera. Así que el precio de pretender tener su vida completa, siendo una mujer de éxito y tener una pareja estable llena de atributos, pero también llena de ansiedad de esos seres que se hacen llamar “creativos “ era tan difícil como la conquista del agua sobre el aceite o viceversa.

Si bien le agradaba verlo y dejar que sus voz llena de tal exaltación hiciera eco de comentarios llenos de sapiencia y simpatía. No perder de vista la forma en que él miraba; un cazador contemplando a su presa, acechando a esas presa que absorta de saberse en las manos del depredador, regularmente, se rendía. Sus rasgos finos en un enorme cuerpo que no tenía nada que ver con el tan llamado toque intelectual que de él se esperaba , muy por el contrario, Ernesto era un marinero de mares helados; con la barba en pleno descuido de varios días, viejas y grandes camisas, levi’s deslavado y botas medio chuecas y viejas, solo le faltaba el parche en el ojo y la pata de palo, para dar mayor énfasis a la fuerza de su discurso, por todo esto; Ernesto, sentía tener todo el derecho de moverse hacia cualquier lugar que quisiera y cada vez, era más complicado mantenerlo en su sitio.

Un sitio que Ernesto solamente quería tener junto a Cecilia. Adoraba su cabello corto y ensortijado que cambiaba de forma y de color a la menor provocación, como algún comentario de su hermana por unos chinos fuera de lugar que él se había encargado de revolver poco antes del mismo comentario, porque Ernesto siempre trató de llevarla a esa lejanía donde solamente estaba él. Unos ojos aceitunados por momentos que Ernesto nunca dejaba de observar dado que quería atrapar el momento justo en que esto cambiaran de color hacia un marrón claro como tronco recién talado; que se expresaban plenos llenándose de ternura cuando ella tarareaba una canción. Adoraba la música, siempre flotaba de su alma a su boca, y reflejando una cierta molestia por no saber bien las líricas de la misma, decía : “prefiero tararearla que decir tonterías” y se iba a toda velocidad dejando los rastros de su voz a sus espaldas, mientras Ernesto pensaba mirando el ritmo acompasado de sus cadera en: Gualterio Malatesta , el feroz espadachín italiano enemigo mortal de el capitán Diego Alatriste, héroe de sus regresiones y su famoso silbido tirurí-ta- ta, como el titinear mortal de una cascabel que advierte su ataque. Al perderse Cecy en la distancia le quedaba a Ernesto la imagen de un par de senos tersos de tamaño perfecto apenas listos para escapar de las dimensiones de sus manos y un par de piernas que eran su delirio: fuertes, suaves y bien torneadas con tobillos anchos y piecitos pequeños y gorditos a los que ella llamaba cariñosamente: mis patitas de tamal, y en esa misma forma él los degustaba besándolos y acariciándoles con la mayor devoción que eran capaz de expresar sus toscos movimientos.

Soñaba con ella, enfundada un sus trajecitos sastres que le marcaban su cuerpo pequeño y apetecible, como aquel pantalón verde que gritaba apenado porque dejaran de postrarse todos los ojos sobre sus telares y que él siempre le decía:” hey, antes de usar ese pantalón tienes que pedir autorización por fax, ok”. Le encantaba mirarla manejar su veloz automóvil y checar como su falda se columpiaba de arriba abajo dejado ver sus rodillas redondas y sus amplios muslos.

Pero también al mirarla serenamente y desnudándose por entero del mar de sensaciones que brotaba de él. Sentía que Cecy no era del todo feliz a su lado, que ella (a diferencia de él) necesitaba mucha gente a su alrededor y que no iba a petrificar su vida por intentar ser feliz con tan solo una cobertura de Ernesto, era una partida que no estaba dispuesta a jugarse en una solo mano y no lo engañaba, se lo había dicho claramente al amparo de dos hamburguesas y con más lágrimas en sus ojos; demasiadas vidas femeninas había visto troncadas por el espejismo del amor y ella no iba a ser presa de esas redes, ni por Ernesto ... ni por nadie más. Ella no dudaba en que lo quería , pero, tampoco dudaba que esto no iba a durar, ella siempre apostó en ese albúr que la perpetuidad era el triunfo que no iba a llegar, Cecy, tratando de olvidarlo sabía que Ernesto tan extraño como siempre, al conocerla, no quería mirar atrás y quemaba sus naves para no poder volver... para él todo era: “ de frente... marchen!”, pero ese no era su problema. Así que por primera y última vez ... esa tarde con el teléfono en la mano dejó que el silencio de él ... continuara por siempre.

MIL GRACIAS A TODOS POR TANTAS VISITAS, ESPERO QUE SIEMPRE QUE ENTREN A SU BLOG, ENCUENTREN LOS QUE ANDEN BUSCADO.

Perdòn, me pongo nostalgico con la navidad, es que no hay cosas que màs aborrezca en esta chingada vida, tan es asì que en un acto simbòlico, ya contratè a un sparring del gimnasio, para que se vista de Santa Claus y se suba al ring a tres rounds, va por todos, los que como yo:

NOS REQUETE REVIENTA LA PUÑETERA NAVIDAD.

SALUDOS.

1 comment:

Catrina said...

Que maravillosa y placentera redacción tan parecida a tantas cosas y a tantos momentos. Se disfruta y lo que es aun mejor: SE SIENTE. ¡ARCÁNGEL GABRIEL destila talento por donde se le lea!
Vine a dar a este espacio de forma fortuita, confirmando una vez mas que resulta un agasajo encontrar lo que no se está buscando. Gracias por expresar su talento, por el amor al arte, el placer de escribir libre y que entre líneas se refleja a morir.
Mal es no conocerlo, bueno haberle encontrado, mejor aun imaginarlo.
Por cierto, comparto con usted el sentimiento que provoca la “puñetera navidad”.