UN SUSPIRO POR MIS SUEGRAS PERDIDAS. MUJERES A LAS QUE EXTRAÑO MÀS QUE A MIS EX'S (EN LA MAYORIA DE LOS CASOS).

He tenido la suerte de tener muchas suegras y decir que, practicamente, todas me han querido. Unas màs que otras por supuesto, pero me han querido. Han sido tan distintas, que van desde leyendas vivientes de la televisiòn venezolana hasta simpaticas amas de casa de una regiòn perdida de la republica mexicana; pero, todas ellas me han dejado algo (... a sus hijas unas cuantas noches), me han brindado algo (ademàs de las regias caderas de sus retoños) y sobretodo: ME HAN ENSEÑADO MUCHO.
Ahora mismo, que estoy tirado en mi comodo sillòn, que ya va a agarrar carne, como dice el Violador de Papàntla, despuès de una severa chinga que me acomodaron en mi clase dominical de boxeo, recuerdo a una de ellas, tal vez, a la màs querida, y no solo por lo especial que fue su hija en mi vida, sino, tambièn, por su forma tan particular de habitar este mundo. Mi suegra, una mujer, ahora, màs allà de los cincuenta, muy hermosa, de una figura de quinciañera y unos fulgurantes ojos azules, una navidad me obsequiò tres libros, entre ellos uno pequeño de àngeles. asì que, frente a la romerìa familiar que significaba los preparativos de la cena del 24 de diciembre, yo escogì el rincòn màs apartado de la sala de la casa y comencè a leer, a lo lejos escuchaba la voz de mi novia, que, fiel a su costumbre de comandate de batallòn de legiòn extrajera, gritaba ordenes al por mayor, yo me perdìa en el embelezo de imaginar àlas, aureolas , elementos y sìmbolos de arcàngeles guardianes, que encedìan sus espadas ardientes para mantener a los demonios a raya, justo cuando apareciò esa mujer pequeña de cadencioso andar y postrò su mirada de cielo sobre mi, yo al sentirla tan conmovida al sazòn de su mirada, le sonreì, en una especie de disculpa de estar ahi aplastado leyendo, mientras toda la familia andaba en chinga. Ella, solo me dijo: Què suerte la tuya de tener el habito de la lectura, con un libro te quedas sentado sin molestarte en nada ni de nadie y eres feliz. Hoy llevo màs de cuatro horas sin moverme de ese sillòn, leyendo EL LIBRO DE LAS ILUSIONES de Paul Auster, y solo me levanto, para recordar a mis suegras y especialmente a esa, que sin duda alguna, me conociò màs que ninguna otra.
Y, ahora, con su permiso, me vuelvo a mi sillòn de dònde, segùn muchos, nunca debì de haber salido.

Pd. Ahi luego les cuento algo de este libro que està muy bueno, sin ser lo mejor de don Paul.

SALUDOS.