Monday, January 12, 2009



AL MAESTRO CON CARIÑO: REMENDANDO LO QUE QUEDÒ DE MI, ENTRE FENDER Y MARSALL.

Poco a poco fui abriendo los ojos, cosa que no conseguí completamente hasta el tercer intento, y solo fue para lograr un contacto visual con la grabadora que estaba a pocoscentímetros de mi mano; pero, mi inconsciente, airado y en pleno afán de venganza impedía que atinara a golpear el “play” dando madrazo tras madrazo en el buró. Al sentir la fuerza del enemigo, busqué mi espada, pero, ésta, ya no estaba ahí, había sido desarmado sin darme cuenta; ahora, solo tenía mi brazo minimizado a uno sin multiplicación alguna. De nuevo, me armé de valor y me lancé al tercer intento en el que logré propinarle un certero chingadazo a la gabacha y así, la música me encendió. Como frotar la lámpara mágica, de la misma forma apareció el genio. Èl mío, me concedió tres deseos que al llegar el alba se esfumaron como una nube que se pinta y palidece, viendo como aparece apenas el redondo rostro del sol: vivir en los 60’s, meterme todo tipo de ácidos y tocar la guitarra.
De la nada: Jimi Hendrix. Vestido de colores brillantes y una chaqueta que le bajò al mismísimo General Custer (ya que en sus venas corría sangre india de la más chida, tal vez, descendiente de Caballo loco) con una guitarra Fender Stratocaster, derecha convertida en zurda, en medio de una neblina morada (sin saber si va hacia arriba o hacia abajo) conectada por un pequeño cordón umbilical redondo a un cielo de amplificadores Marshall Plexi, víctima inminente de los stratocastersazos que se preparaba a propinarle el master Jimi, cuando más prendido estaba (la guitarra de fuego. Él, de adrenalina y ácido) pintados por cascadas sonoras de wha-wha, Echo-plex y Univibe (cortesía de Roger Mayer) contando con la experiencia (producido por Eddie Kramer).
¡Cámara! Cómo me recuerda Hendrix, a San Martín de Porres, el famoso “fray escobas” que tantas veces vi personificado en ese gran actor que fue René Muñoz, a pesar de ser tal mal escritor, se rifaba poniendo cara de santo de pueblo y derramando las de cocodrilo, peor que la casta heroína setentera con una falda que màs bien parecia un gruso cinturòn, en el tremendo melodramòn. Lo miraba en la televisión de niño, pero lo malo (o más bien, lo perverso, entre el santo y la faldita, Bataille, se quedaba corto) era cuando mi abuela me llevaba a la iglesia a fiera punta de madrazos y me hacia hincar junto a ella para rezarle al santo de color serio; qué según, era muy poderoso en eso de los milagros. Yo, no sabia bien como era el asunto de la oración, así que en un interminable repetir de “padres muertos”, poco a poco, me iba percatando que por el trajecito que traía puesto don fray, solo faltaba sacar el sable láser, ya que tambièn me recordaba al mi propio santo por el que yo sentía tanta devoción: Obi-Wan Kenobi. Entre dichos milagros que pedía mi abuela, estaban, desde quitarle lo bilioso a mi abuelo, hasta que mis tíos dejaran de toma. Cualquiera de los dos milagros que se hubieran cumplidos sería digno de hacerle un templo más allá del cerro del Tepeyac ¡qué Juan Diego, ni què la chingada! Pues ya que estábamos ahí, yo también le pedía un milagrito a fray Zamorita, pero al igual que los dos de mi abuela, no se cumplieron ya que mi abuelo murió con un toque amargo-amarelo (sin ser carioca) y mis tìos de cirrosis bien cultiva e incapaz de realizarse con un salario mìnimo. Y yo, jamás podré tocar la guitarra, como el maestrazo Hendrix … de hecho, nadie podrá.

ALAS: UNA VISIÒN DE LOS NOVENTAS.



SALUDOS.

1 comment:

macbataco said...

Orale que chido, veo que tu forma de escribir se ha vuelto más visceral, que bueno que recuerdes a tu abuela así, yo en cambio no le recuerdo nada bien, de tu post, como decían los viejitos de los muppetes,
"Lo único que me no me gustó fué el fina, tardo mucho en llegar !"

así le hacemos !