
JEAN SEBERG: DIANA O LA CAZADORA SOLITARIA. El libro, mi libro. Y, de còmo un escritor es capàz de cambiarle la vida a un joven, con tan solo un parrafo.
Diana Soren, es Jean Seberg. Una mujer que por mucho tiempo estuvo pletorica en mi inspiraciòn; vaya, yo aprendì del romance novelado, con Jean Seberg, con su imagen evocadora construida con las palabras de Carlos Fuentes, maestro que llevò al acto mi delirio y tendiò a la bella rubia de cabello corto en su cama. En ese momento, tal como don Enrique Vila-Matas, vio a Marcello Mastroianni en "La Notte" de Antonioni, y quiso ser escritor por la percha del italiano y la hermosa mujer que tanìa a su lado (Jeanne Moreau). Yo, al terminar la ùltima pàgina de esta novela supe, que tambièn querìa ser escritor. Todo esto es para mi Jean Seberg; pero, n0 es hasta el sàbado pasado que mi carnal Juan Heladio, me obsequia "Breathless" de Godard y veo, por primera vez a la musa de mis ùltimos años de adolescencia, que se mueve, que habla y sobre todo, QUE SONRIE!!! y de què maravillosa forma. Fuentes, escribe:
"Diana la cazadora solitaria. Esta narraciòn lastrada por las pasiones del tiempo se derrota a sì misma porque jamàs alcanza la perfecciòn ideal de lo que se puede imaginar. Ni la desea, porque si la palabra y la realidad se identificasen, el mundo se acabarìa, el universo ya no serìa perfectible simplemente porque serìa perfecto. La literatura es una herida por donde mana el indispensable divorcio entre las palabras y las cosas. Toda la sangre se nos puede ir por ese hoyo."
Por supuesto que yo querìa ser parte de esa herida, yo querìa comprometerme al indispensable divorcio entre la palabra y la cosa (el das ding lacaneano), yo querìa ofrecer mi sangre a ese hoyo. En ese momento, a meses de terminar la licenciatura en psicologìa, de iniciar la mestrìa en psicoanàlisis, tocar la guitarra en un grupo de rock a punto de conseguir un sonido propio, gastar mi tiempo en conocer mujer irreconocibles. supe, que lo ùnico que querìa en este mundo era ser escritor. (làstima que me tardè muchos años màs en dejar todo por ello)
En esos momentos, yo sentìa lo escribirìa màs tarde.
"Entrò tambièn al morralito verde, mi libro de reciente adquisiciòn "Diana o la cazadora solitaria" del maestro Carlos Fuentes. Llevaba poco tiempo de confrontarme con el autor, fue para variar, un viernes de cinco a siete, en el seminario de fin de anàlisis al que asisto religiosamente ( cualquier interpretaciòn es plenamente justificada). Esa tarde era hermosa, el sol miraba su brillo en cada uno de los parabrisas de los autos. Mis pasos emocionados en busca de ese saber que se resbalaba en mi boca, como el màs preciado y dulce de los nèctar, era ya un adicto a èl. Yo, como de costumbre lleguè un poco retrasado. Mi sorpresa fue mayùscula cuando la màs hermosa de mis compañeras; una mujer heroicamente sensible que dibujaba en su rostro una serena media madurez (y me mirò de esa forma ... de esa maldita forma con que te mira una mujer mayor, con ese instinto maternal que me encanta). Esa mujer inteligente, que a su paso - con su voz - sembraba luces de pasiòn - su piel dorada llena de sabor - despojando el deseo de cualquier ocupaciòn - sus piernas en acciòn. Las enseñanzas de don Carlos, en su boca, eran àrboles frutales, ventisca en cascada, luna por nubes acompañada. Las palabras eran mìas, de Fuentes, de mi compañera y de nadie màs, en un simbòlico triangulo amoroso (y yo, como cualquier amoroso ... tuve que callar).
Les dejo estas fotos, que no encontrè en todas las imagenes de Jean en Google. Veràn que como fotografo soy medio pendejo ¿còmo fotografo?
SALUDOS.