
DE LOS OLVIDOS, SIN DUDA, EL MEJOR ES "OLVIDO FERRARA" DE "EL PINTOR DE BATALLAS" DEL MAESTRAZO ARTURO PÈREZ-REVERTE. UN LIBRO QUE, UNA Y OTRA VEZ ... HAY QUE VOLVER A LEER.
Ultimamente, a mi vida, han entrado y salido mucha personas. Algunas, piedras angulares de mis pasos por esta tierra y otras, que me llenaron de veneno en tan solo dos semanas y se esfumaron. Son momentos extraños en los que realmente sorbo la sabia savia de esos momentos que emulan campanados espejismos.
Cuando, tengo esos sentimientos de asombro e insertidumbre, aderezados con lo que llamarìa: "perdidas a simple vista" (porque al verlo bien, no son tan perdidas) vuelvo y re-leo una de mis novelas favoritas: EL PINTOR DE BATALLAS del mastrazo Pèrez-Reverte. En èl, dos hombres se miran y le dice uno al otro: He venido a matarte, ya que por una fotografìa, me condentaste a perderlo todo y a sufrirlo todo.
Ambos hombres hablan de la guerra: Un soldado servio, que al ser captado por una càmara es reconocido por sus enemigos dàndole muerte a su esposa y a su hijo y luego, por esa misma placa, un trato por demàs inhumano, en una càrcel al ser atrapado y reconocido por esa multipremiada toma. El otro, el fotografo de guerra, que nunca se imaginò el papel tan activo y mortal que podìa tomar en una batalla, al pensar que, por el hecho de no llevar un arma, podìa considerarse un simple espectador.
Este libro es un buen ejercicio, y que conste que no digo terapìa o consuelo, o alguna pendejada de esas. Es un ejercicio, tan arduo y complejo, como salir a caminar medio dìa si parar por toda la ciudad, o jugar al box, round tras round, hasta que se te funda la garganta con los pulmones.
CUANDO PIENSES QUE TE HAS QUEDADO SIN ALGO IMPORTANTE, NO TE OLVIDES QUE HAY PINTURAS DE BATALLAS EN QUE PUEDES PERDER HASTA LO QUE PENSABAS QUE SOLO MUERTO TE PODRÌAN ARREBATAR, Y QUE, NI SIQUIERA ESO TE QUEDA, SIGUES VIVO Y HUMILLADO VIENDO COMO TE LO QUITAN, AHI, NI SIQUIERA LA MUERTE, ES CONSUELO.
Despuès de ello, miras a tu alrededor y te das cuenta que el aire que respiras, no està minado de polvora, entonces ... no has perdido nada.
Y, dentro de toda esa masacre y destrucciòn, brilla la conjunciòn de cuerpos, el erotismo, la sensualidad que proyectan los mediadores entre el suspiro y la desolaciòn, como una forma de enfrentar esa muerte que asoma por todos los rincones de los senderos que transitas, de conservar la vitalidad de tu cuerpo que puede drenar su sangre en un momento solo por un indeseable invitado de plomo que se metiò hasta la cocina. No sè si eso, sea amor, de hecho, no sè que tendrìa que ver el amor en todo esto.
CON TODO ELLO, VUELVO A DARME CUENTA DE LO QUE REALMENTE ES IMPORANTE Y QUE TODO, MIENTRAS ESTÈ VIVO, NO ESTÀ PERDIDO.
Y, transcribo de la pàgina 93:
Despuès de darle vueltas, subiò a la planta alta de la torre, donde sacò del fondo del baùl, envuelta en trapos engrados, la Remington 870 con las dos cajas de cartuchos. Era una arma que no habìa usado nunca: una escopeta repetidora que se recargaba accionando un mecanismo de corredera paralelo al cañon. Tras comprobar que este funcionaba, introdujo cinco cartuchos y amartillò uno con movimiento seco que produjo un chasquido metàlico, ligado a un golpe de recuerdo: Olvido, los ojos tapados por un pañuelo, montando y desmontando a ciegas un AK-47 entre un grupo de milicianos en Bulo Burti, Somalia. Como la del soldado, la guerra del fotògrafo era siempre una pequeña parte de acciòn y el resto de tedio y espera. Tal era el caso. Aguardaban el dìa del ataque a las milicias rivales, cuando a Olvido le llamò la atenciòn el adistramiento de unos reclutas jovenes. Lo hacen con los ojos tapados, explicò Faulques, por si se encasquilla su arma en la noche, en combate, y deben arreglarla a oscuras. Entonces Olvido se acercò a los reclutas y sus instructores y pidiò aprender aquello. Quince minutos despuès, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, en el centro de un circulo de hombres armados hasta los dientes que fumaban observàndola - un miliciano negrìsimo y flaco cronometraba, reloj de Faulques en mano- , ella se hizo vendar los ojos, y con movimientos precisos, sin errores ni vacilaciones, desmontò y volviò a montar varias veces el fusil de asalto, alineando las piezas sobre un poncho para volver a encajar una por una, a tientas, antes de hacer correr el cerrojo, clac, clac, con sonrisa triunfal, feliz. Siguiò practicando el resto de la tarde mientras Faulques la miraba en silencio, de cerca, grabandose de memoria el pañuelo en torno a los ojos, el cabello recogido en dos trenzas la camisa hùmeda de sudor y las gotas sobre la frente fruncida por la concentraciòn. Al rato, de nuevo con el arma desmontada y mientras palpaba el contorno de cada pieza, ella adivinò su presencia, y sin quitarse el pañuelo de los ojos hizo una observaciòn. Hasta hoy, dijo, nunca imaginè que estas cosas pudieran ser objetos bellos. Tan pulidas. Tan metàlicas y tan perfectas. El tacto descubren en ellas virtudes que no estaban a la vista. Escucha. Encajan con maravillosos chasquidos. Son hermosas y siniestras al mismo tiempo, ¿verdad?
Ahi les dejo esto, para todos aquellos y aquellas, que andan buscando a su "Olvido Ferrara", por lo menos a nivel inconsciente.
SALUDOS.